Revista de Guitarras

Jaime Moreno

Jaime Moreno
¿Cómo surge tu afición a la música?
R: Tendríamos que remontarnos a los inicios de la década de los sesenta. En aquellos momentos, el mundo occidental era un hervidero de influencias musicales. En ese contexto, la guitarra eléctrica iba escalando posiciones y adentrándose en culturas y estilos diferentes, incluso en la España de aquellos tiempos. Fue mi hermano, Nicolás, el que me ‘contagió’ la idea de crear una banda. Para ello construimos nuestros propios instrumentos, una guitarra y un bajo como única opción posible. Así empezó todo. La genética también influyó. De mi padre heredé la habilidad con las manos. La cultura musical me llegó a través de mi madre, pianista de gran soltura con melodías de mano izquierda: Mozart, Chopin, Korshakoff… A ellos les parecían espantosos los grupos que yo escuchaba, pero la semilla estaba plantada gracias a una buena genética y a lo que ‘llovía’ por la radio.
¿Cuándo comienza a concretarse en lo que será tu profesión?
R: En aquellos años lo normal era tocar en el salón de actos de algún colegio, donde el público era mixto (lanzaban tomates y besos). Como amplificador usábamos una vieja radio de válvulas a la que, por supuesto, conectábamos una o dos guitarras, bajo y voces. Mezclábamos esas fuentes como podíamos y el resultado era mágico. Mi afición por investigar cualquier aparato me dio ventaja sobre la competencia en los conciertos. Gané fama como persona “que arreglaba los amplis que salían ardiendo”. En aquellos momentos la electrónica era un mundo incipiente y desconocido.
¿Alguien dispuesto a enseñarte?
R: Tuve muchos colegas, pero apenas conocí maestros dispuestos a compartir sus conocimientos sobre el tema. Una excepción fue Ángel Cerrada, gran hidalgo de la ingeniería musical de la época y sabio chiflado. Era muy hábil y eficaz en todo lo que hacía. Su memoria me inspira un gran cariño y respeto.
En las páginas de esta revista Carlos Sabrafén dijo que tú habías sido su maestro. Deduzco, pues, que también trabajaste como luthier de guitarras durante algún tiempo…
R: Cuando conocí a Carlos yo tenía mi propio taller de reparación y construcción. Desde el primer día me impresionó su talento. Yo, que contaba algunos años más que él, tenía la experiencia y eso a él le interesó. Aprendimos mucho juntos.
¿Cómo fue tu formación?
R: Fui un fracaso escolar. Sin embargo, paradójicamente, después de dejar los estudios y abandonar el ambiente familiar, no paré de estudiar. Anduve metido en bandas, experimentos teatrales y electrónicos… y así fue como me convertí en un ‘ingeniero’ en el más completo sentido originario de la palabra: ingeniar.
Al aprendizaje también contribuyeron ilustres colegas como César Méndez, que hoy trabaja en la NASA, y entidades tan honorables como la Escuela Superior de Ingenieros de Telecomunicaciones de la Universidad Complutense. Y, por supuesto, la experiencia adquirida en emisoras de radio y televisión…
En ese ambiente crecí y desarrollé mi capacidad para solucionar problemas, siempre con las seis cuerdas muy a mano. En definitiva, ‘mucha mili’.