Revista de Guitarras

Stevie Ray Vaughan

Ahora han pasado tres meses y aquí me veo de nuevo, frente a mi ordenador barato, igual de falto de ideas pero con algo que me va a ayudar a terminar esto: voy a decir lo que me de la gana sobre a Stevie Ray Vaughan (a partir de ahora SRV; el nombre entero es muy sugerente y cool y tal y suena mucho a buen guitarrista, pero es larguísimo…).

Me explico: toco un poco la guitarra pero no soy guitarrista, por lo que mi opinión técnica no es demasiado recomendada. A menudo me aburren los análisis musicales, porque todo lo que lleva intrínseco un análisis me da no sé que. Todo lo que yo pueda decir sobre la obra de SRV, sería una nota a pie de página frente a todo lo escrito ya; Así que, lector (¿hay alguien ahí?), voy a contarte porque este tipo alto y adicto a la farlopa me hizo amar el blues más que todos los demás bluesman juntos. Dicho así suena raro, quizá estúpido y sin duda, incompleto, por eso voy a completar y a completarme.

Amo el blues. Adoro el blues. Mataría por el blues. Puedo tragarme jam sessions “peñazos” si algo, por mínimo que sea, suena a blues. Mi infancia musical estaba rodeada de buena música y por supuesto de blues. Soy el menor de cinco hermanos y todos ellos son aficionados a la música, así que fui un tipo con suerte. Devoraba cada uno de los vinilos que caían en mis manos. Pasaba horas escuchando a Beatles, Stones, The Jam, Jethro Tull, Beach Boys, Hendrix, King Crimson, Pistols, Clash, Zappa, Camel, Who y muchísimos más. A cada uno de los grupos que me metía entre pecho y espalda le encontraba algo nuevo y diferente, conocido y no tan nuevo, sugerente y mil cosas más. Descubría grupos nuevos cada día. Investigaba y leía sobre aquellas bandas que me tenían tonto perdido. Todo lo que os estoy contando y mucho más son tópicos, porque son tópicos y así deben ser.

Pero un día encontré un vinilo de un tipo negro que se llamaba Freddie King, al principio no le hice demasiado caso porque el título no me parecía lo bastante rockero: “Hide away. The best of Freddie King”.

Por aquel entonces, con toda la chulería del mundo y muy “stoniano”, los recopilatorios me parecían una mierda, algo para gente que sólo busca lo superficial y facilón, algo hecho para cabrones que no sabían una mierda de música (hoy he cambiado de opinión, pero he de reconocer que algo de esa rebeldía todavía corre por mis venas).

Le eché un ojo a la contraportada con la foto de ese rechoncho de color (negro) con una Gibson y cara de camarero y bueno, pues que decidí darle una oportunidad. El tipo tocaba la guitarra y eso ya decía mucho de él. ¡La madre que lo parió!

Aquello tenía algo, aquello escondía muchas cosas y a la vez me las mostraba, ese ritmo repetitivo iba a darle mucho trabajo a la Stanton 500 que acababa de comprar (seis mil pelas de las de entonces por una aguja). Pregunté a mi hermano y ¡voilà! ¿Así que eso era blues? ¿Eso era lo que volvía loco a Brian Jones y a Hendrix y a los Stones y a Van Morrison y a Robert Fripp y a casi todo el mundo? Ahora entendía por qué.

Claro que había oído hablar de blues, conocía muchas versiones blues de los Rolling de Beck y de Faces y de casi todos…pero este tipo me lo arrojó a la cara. El señor King me lanzó un puñado de canciones al alma y me dijo que moviera el culo, que había más. Y me aventuré. Pasé noches enteras con BB King y con Albert Collins, buceé en Robert Johnson y me enamoré perdidamente de Lightnin’ Hopkins (mi preferido de siempre).

Agradecí a los Stones y a Alexis Korner todo lo que habían hecho por aquellos músicos americanos que eran el origen de todo. Me cabreó saber que los Rolling encontraron por primera vez a Muddy Waters pintando los estudios de grabación Chess porque tenía contrato y cuando no tenía nada que grabar les echaba una mano (cabrones blancos).

Me alegró saber que gracias a las bandas de rythm and blues británicas muchos de estos músicos olvidados volvieron a la carretera (Faces, Stones, Mayall) y sobre todo, lo que más me emocionó saber es que había muchos de estos tipos todavía por escuchar.

Llegué a Sonny Terry y Brownie McGhee, y le di una oportunidad a esas grabaciones tan duras de escuchar de Elmore James, hice un hueco a Willie Dixon y a Howling Wolf, después vinieron Little Walter y Sonny Boy Williamson. Todos eran magníficos y esa música era algo serio, algo que venía de dentro y de muy lejos, algo que tocaba y que te hacía sentir emociones, pero de verdad.

Luego vino Hendrix, revisitado ahora desde un punto de vista bluesy. Por que ¿qué es Hendrix en origen si no un bluesman? Pero eso es otra historia…

Y el lector, a estas alturas, quizá se esté diciendo que todo esto está muy bien y que qué interesante y todo perfecto pero que de SRV nada de nada y que qué pesado el tal Mayordomo. Pues tranquilos que voy al tema. Y voy ya.

Con todo ese blues de por medio les llegó su momento a los guitarristas de blues blancos: genial Winter y magnífico Clapton. Brutales ZZ Top tocando blues y quitémonos el sombrero con Mayall y Beck, Ry Cooder, el otro Winter, Bloomfield, Peter Green…tocaban blues y lo hacían muy bien, pero algo fallaba.

Quizá algo de verdad en esos doce compases, algo de sangre y algodón, algo de dolor. Y claro, uno de aquellos días me tuve que dar de bruces con el que para mí, es el más grande do todos los guitarristas blancos de blues y uno de los más grandes guitarristas de la historia: SRV.

¿Habéis oído Texas Flood? Claro que lo habéis escuchado… En estos momentos lo estoy disfrutando y creedme que me emociona como la primera vez. Hablo del álbum en general y hablo de la canción en particular. Ese tío me estaba machacando el corazón a cada nota que tocaba.

Los bendings eran eternos y los vibratos hacían que todo mi mundo temblara. “Texas Flood” fue lo primero que le escuché y ya nunca le he dejado de ser fiel. Con SRV entendí el blues mucho más. En SRV oía a BB King y a Muddy Waters, Hendrix se presentaba a cada compás y Albert King (a veces creo que son la misma persona) lo ve todo y lo dirige todo.

Y el tipo, además, era absolutamente lírico y preciosista con la guitarra acústica, además sonaba a clásico a pantano y a campo de algodón. Por eso dije al principio que SRV me hizo amar al blues más que nadie, en SRV puedo oír a cada uno de los guitarristas que me hechizaron y me emocionaron.

Sé que en sus canciones hay bluesmen escondidos; cuando arrastra notas es John Lee Hooker el que las arrastra y esos vibratos son obra de BB King, cada bending de Vaughan es un bending de Freddie King y cuando su música huele a whisky y suena como procedente de un antro Honky Tonk es Muddy Waters el que nos habla…

A veces es hipnótico como lo era Robert Johnson porque es precisamente Robert Johnson el que enseñó a SRV los trapos sucios del blues. ¿Y esas ráfagas que dispara no son fruto de Lightning Hopkins? Es creíble porque se lo cree, SRV toca blues. Punto.

Todo el blues está en su música, en sus manos y en su guitarra. SRV es de Tejas pero suena a Nueva Orleans y a Missisipi a Chicago y a Tejas a Delta y a Memphis a pantano (swamp music) y a mujer fatal, a todo lo que es el blues. SRV es blues. Hasta sus escarceos con la música un tanto alejada en principio del blues están empapados de él. No lo puede evitar, nació bluesman y murió mucho más bluesman.

Stevie Ray Vaughan

Hay pocas canciones que me hagan llorar, “Texas Flood” es una de ellas. Es automático, suena y mi llanto aparece. Es un homenaje a toda la música blues y a todos los bluesman, es un curso acelerado y una joya. Es blues. Es arte. Por eso lloro, porque todos esos vejetes que le enseñaron a Stevie cómo tocar “El Blues” hacen acto de presencia, porque le dieron ese don, él lo aprovechó y los homenajeó con su blues, cada vez que toca, todos tocan con él y eso emociona y me hace llorar de emoción.

Cuando Stevie Ray Vaughan murió, murió el mejor bluesman blanco y uno de los mejores guitarristas de la historia. Pero nos queda su música. Así que, lector, te dejo y me preparó para llorar, porque “Pride and Joy” está terminando y se acerca “Texas Flood”. Y ahora tengo una cita con El Blues.

César “Máyor” Mayordomo