Pedro Bellora entrevista

Pedro Bellora , para mí, es un argentino atípico. Prefiere el café al mate, no habla de fútbol y es relajado y relajante. Precisamente eso hace que su didáctica me enganche ya que proyecta algo mágico que solapa la complejidad propia del género que le apasiona y por el que es mundialmente conocido. Lo que yo extraigo de sus lecciones se resume en que ayudan a “tocar bonito”.
Me recibe virtualmente en su estudio de Bariloche, una estancia que él define como su “lugar preferido del mundo” o “la mezcla perfecta entre templo y juguetería”. Allí acontecen las lecciones magistrales de su canal de Youtube desde el que se proyecta al mundo. El contenido de sus vídeos, envuelto en una minimalista y cuidada escenografía que me recuerda a Wes Anderson o a Stanley Kubrick, trasciende de lo estrictamente musical e irradia filosofía y paz.
Es una persona reflexiva, educada y de conversación fácil, que escucha con atención y habla pausada y certeramente con la seguridad del que atesora un pozo de sabiduría. El destino dibujó para él una serie de historias increíbles y, quizás, esa experiencia adquirida hace imposible al resto de los mortales poder calcular su edad.
Su comunidad se hace cada vez más grande y, si alguno de vosotros aún no lo conoce, hoy tendré el placer de presentároslo. Disfrutad con Pedro Bellora .
¡Hola, Pedro! Muchas gracias por recibirme. Tengo amigos argentinos, mayormente en Buenos Aires, y me da la impresión de que viven pasados de revoluciones, muy acelerados. Tú, en cambio, pareces una persona muy tranquila y relajada, ¿crees que estas diferencias de RPM pueden deberse a cuestiones geográficas o sólo es mera casualidad?
¡Hola, Fer! Yo vivo en Bariloche, en la Patagonia, junto a los Andes y cerca de Chile. Siendo Argentina un país tan grande seguro que la localización geográfica repercute en la personalidad o predispone para enfocarla en alguna dirección. A mí me gusta vivir en el bosque, pasear con mi perra, meditar… seguro que todo suma (risas).
Cuéntame algo de tu infancia que creas que ha repercutido en tu personalidad o en tu manera de ver el mundo.
De pequeño leía mucho. Me encantaba Jorge Luis Borges y me atravesó una frase lapidaria de su libro La moneda de hierro: “He cometido el peor de los pecados que puede cometer el hombre, no he sido feliz”. Esto me pareció increíble y me hizo aspirar a ser un buen tipo, una buena persona hacia fuera y hacia dentro. Ser feliz y, desde ahí, tratar de hacer con mis acciones un efecto sobre el mundo relacionado con esos valores, con esos principios.

Pedro Bellora con su 335
En los 80´s, mientras Charly García, Spinetta y Soda Stereo arrasaban, ¿tú dónde estabas y qué música escuchabas?
Mi familia se mudó de Buenos Aires a Bariloche cuando yo tenía siete años y en aquel momento Bariloche era lo opuesto a una gran capital, era como vivir en el pasado (risas) e incluso llamar por teléfono a otras ciudades era toda una aventura. Esto hizo que me perdiera mucha música que estaba de actualidad porque para mí era complicado acceder a ella.
En cambio mi aproximación e inquietud llegó al morir mi abuelo Umberto ya que mi padre heredó su colección de cassettes. Eran backups de sus vinilos, una increíble colección de Jazz que me cambió la vida y por la que encontré un propósito en una ciudad con pocas distracciones. Es increíble que una persona a la que apenas conocí, por la distancia que nos separaba, tuvo una influencia masiva en mi vida.
Así que mi primer contacto musical fue con el Jazz, sobre todo el de Big Band y, si con trece años, alguien me preguntaba qué música escuchaba nombraba a Count Basie, Duke Ellington, Ella Fitzgerald o Louis Armstrong. Era lo que yo disfrutaba aunque quizás no fuese normal en alguien de mi edad. Para mí era un planazo estar dos horas escuchando un cassette de Count Basie y crear en mi cabeza una historia maravillosa.
Más tarde llegó el Blues, el Country Blues, Robert Johnson o B.B. King, al que vi en directo varias veces. La primera, con catorce o quince años, me cambió la vida y posteriormente incluso llegó a firmarme una guitarra.
Ya con más de veinte años y de la mano de mi pareja, descubrí bandas nacionales que he disfrutado muchísimo. Ella vivía en Buenos Aires y estaba muy relacionada con con ese tipo de música. Gustavo Cerati, por ejemplo, me parece genial como compositor, guitarrista, cantante y productor, el sonido de sus discos es impecable y los músicos de los que se rodeaba en sus proyectos eran excelentes. No es el tipo de música que suelo escuchar pero igualmente me parece profunda y asombrosa.
Cuéntame algo de tu formación como guitarrista. ¿Cómo empezaste y qué pasos seguiste?
Empecé a tocar a los trece años, en la secundaria. Tenía un profesor de música excelente en la escuela, Alejandro Fernández Aranda, y también había un taller opcional dos tardes a la semana al que asistíamos alumnos de diferentes cursos y edades.
Mi interés iba creciendo y descubrí que era muy importante para mí así que, con catorce, me animé a tomar clases particulares de Alejandro. La formación que recibía era el equivalente al programa del conservatorio de guitarra española y paralelamente me fue introduciendo en el jazz.
Alejandro era igualmente alentador y exigente, tenía un estilo muy Joe Pass tocando la guitarra.
En aquel momento, en Bariloche, había una Jam Session de Jazz tradicional todas las semanas con unos músicos que tocaban increíble. Había una vacante disponible para tocar el banjo así que yo me ofrecí y tocaba con la guitarra patrones rítmicos de banjo; la llevaba desenchufada y lo mismo por eso me dejaban tocar (risas).
Mi objetivo era llegar a tiempo y tocar a tempo, hacer los temas completos y adquirir soltura así que practicaba mucho, preparaba el repertorio y estaba muy motivado.
Luego formamos una banda con miembros que habían pasado por esas Jams y di mi primer concierto haciendo igualmente el puesto del banjo.
Siempre he disfrutado mucho de la práctica en soledad e igualmente de las situaciones grupales, de la interacción en directo con otros miembros. Durante esos años no paré de tocar al menos una vez en semana, primero Jazz tradicional y luego Jazz “moderno” tipo Charlie Parker, que para mí era como la vanguardia (risas).
Con veintiún años me mudé a Buenos Aires a estudiar en la Escuela de Música Contemporánea, que tiene un convenio con Berklee College of Music. Allí recibí una educación formal propiamente dicha y aquello me sirvió para ordenar conceptos, rellenar huecos y vivir una experiencia extraordinaria con profesores impresionantes y compañeros espectaculares.
A día de hoy sigo tomando clases particulares individuales todo el tiempo y con todo el mundo. Es algo que me encanta y me sirve, de hecho cada vez estudio más y me siento muy afortunado.
Resumiendo, si alguien me pregunta si soy autodidacta le diría que sí y si me preguntan si estudié un método formal diría también que sí (risas).
Ya que hablamos de docencia, tienes dos libros disponibles para descarga gratuita: “Armonía en Capas I y II”. ¿A quiénes los recomendarías y qué tipo de formación previa consideras necesaria para sacarles partido?
El primer tomo de «Armonía en Capas” está orientado a formar acordes y el segundo a improvisar melodías.
No es que haya que leer uno antes que otro sino que ambos tocan aspectos distintos de la guitarra, la que acompaña y la que improvisa solos. Es un enfoque metódico que le puede servir a cualquiera porque empieza desde algo básico, para alguien que está volviendo de la tienda de comprar su primera guitarra, y luego llega a hablar de cuestiones que van más allá de los modos, cosas más elaboradas.
Esa fue la idea, poder llevar ambos libros en paralelo, que alguien se encuentre a sí mismo y logre ver en ellos algo que le resulte interesante. Hay teoría pero son libros muy orientados a la práctica, a agarrar el instrumento y hacer música.
Cuéntanos algo sobre tus guitarras favoritas, sobre ese arsenal que muestras en tu canal y que revelan tu buen gusto.
Estoy enamorado del sonido de mi Gibson L5, es de principios de los setenta. En aquella época la marca tenía un lío tremendo con los números de serie pero debe haber sido fabricada entre 1970 y 1972. Dicen que los cambios de la “Era Norlin”, como la incorporación de las volutas, ocurrieron un poco más tarde en las guitarras archtop porque los trabajadores de este departamento eran considerados como “los locos del fondo” (risas).
Las diferencias en sonido o tacto entre guitarras del mismo modelo, incluso con números de serie cercanos, pueden ser significativas pero el caso es que yo estoy muy feliz con ella y espero que ella también lo sea conmigo (risas).
También tengo una Gibson 335 que dicen que está hecha en 1968 pero con algunas partes de 1966, aunque no recuerdo cuales. Según unos amigos que tengo entendidos en la materia, coger piezas de las estanterías y mezclarlas aunque fueran de diferentes años, era una cosa común a la hora de ensamblar las guitarras en aquella época. La llamo JB y tiene un checking precioso, excepcional, unas venas increíbles. Suena muy bien y la disfruto mucho.
He tenido mucha suerte y también pienso que hice una buena inversión en su día porque estos instrumentos no paran de subir de precio.

Pedro Bellora, nos vamos de bolo
Tienes una anécdota alucinante con Jim Hall, uno de tus ídolos musicales, ¿qué significó para ti?
La música que elabora cada cual encierra cuestiones únicas y profundas del individuo, más que un lenguaje es una representación de las personas.
La frase “Un genio es aquel que más se parece a sí mismo”, de Thelonious Monk, cobra todo el sentido cuando pensamos en West Montgomery, B.B King o Jim Hall… ¡Se parecen mucho a ellos mismos! (risas).
Considero necesario tratar de ser una determinada persona y, siendo esa persona, reflejar tu arte al mundo. Igualmente hay arte en quien conduce un autobús o realiza otras acciones, es una manera de expresar valores y principios. Jim Hall, en ese sentido, es una figura muy importante y medio angelical para mí.
En lo musical, me encanta particularmente en los discos que grabó acompañando a otros como Paul Desmond o Sonny Rollins. Me parece un material extraordinario y me impactó tanto que sentí la necesidad de verlo en directo y estar en contacto con él pero, en aquel momento, tenía problemas para conseguir una visa y no podía viajar a Estados Unidos.
Un día me enteré de que tocaba en Londres como invitado de Dave Holland así que en dos semanas vendí un amplificador, pagué el pasaje y me fui a verlo.
El concierto era un viernes en el Barbican Theatre y yo llegué el día anterior, entré al teatro y les dije “¡Hola, vengo de Argentina para ver a Jim Hall!” de una manera tan convincente que creyeron que era amigo suyo, aunque no era mi intención falsearlo (risas). Me dijeron que la prueba de sonido sería a las tres de la tarde y que podría esperarlo en el camerino.
El viernes creo que llegué como cuatro horas antes de la prueba (risas) pero Jim tuvo un problema en el viaje y se retrasó mucho. Yo me sentía tan raro invadiendo su espacio en el camerino que preferí salir y esperarlo en la calle.
De repente paró un taxi y se bajó Jim Hall con su guitarra, me acerqué a él y le dije: “¡Vengo de Argentina, quiero estudiar con vos!” y él me dijo: “Yo ahora no estoy dando clases pero si vienes a New York llámame y nos juntamos para tocar, ¿quieres entrar a la prueba de sonido?” Así comenzó todo. Estuvimos charlando y se confirmó que era la persona que yo sospechaba, todo lo que hemos hablado anteriormente acerca de la genialidad.
Posteriormente me enteré de que iba a girar por Europa, lo llamé a su casa y le dije que iba a ir a verlo así que alquilé un coche y estuve viviendo en él durante todo el tour ya que era la única forma económicamente viable.
Tocaba cada dos días y siempre en distintos lugares así que yo iba a las pruebas de sonido, algunas veces comíamos juntos, luego iba al concierto, después dormía en el coche y al día siguiente conducía hasta la próxima parada.
Fueron cuatro o cinco conciertos y la experiencia fue extraordinaria no sólo en lo musical sino también viendo cómo interactuaba en las pruebas de sonido, como lidiaba con los problemas, etc. Si en algún momento se acercaba un técnico para colocar un cable, él dejaba de tocar y se presentaba “Hola, ¿cómo estás?, ¡Yo soy Jim!”, luego seguía tocando.
Tenía una humanidad extraordinaria, era una persona íntegra como una obra de arte.
Mi sensación era que él amaba tocar la guitarra y vivir una linda vida, esas eran sus prioridades.
Participó acompañando en muchos discos de otras personas de una manera muchas veces minimalista, con pocas notas y muchos silencios, algo poco habitual y que me atrae mucho. El concepto de éxito o fama le traía sin cuidado y su manera de encarar la música era el reflejo perfecto de su personalidad, eso de lo que hemos hablado antes.
Así que, después de vivir aquella experiencia, adopté todas estas cosas y decidí volver a vivir en Bariloche y que pasara lo que tuviera que pasar.

Pedro Bellora con Suhr
¿Actualmente estás preparando alguna gira?, ¿sigues tocando en vivo?
Hace unos años tomé la decisión de dejar de moverme tanto y tocar tanto en vivo porque mi vida consistía en preparar repertorios, viajar y hacer presentaciones.
Ahora tengo otras prioridades y suelo trabajar desde casa pero no dejo de escuchar música y aprender canciones de oído, algo que parece sencillo pero creo que es la educación más profunda que podemos tener.
Me encanta escuchar mucha música y dejarme emocionar por ella, hay una frase magnífica de Tom Waits que dice algo así como “Nosotros amamos la música pero lo que realmente queremos es que ella nos ame a nosotros” (risas).
Tu discografía consta de cinco álbumes, ¿cómo encaras todo lo relacionado con la composición o la grabación?
“Las Esperanzas” fue mi último disco. Lo grabé en casa y me inspiré en Paul McCartney en el sentido de que me di el gusto de jugar y tocar todos los instrumentos, aunque en algunos temas hubo participaciones de otro baterista y otro bajista.
Siempre busco hacer una diferencia entre el momento de “entrenamiento” y el momento de “performance”, por llamarlo de algún modo. En el primero hay pensamiento, estrategia, discernimiento o incluso juicio entre lo que está bien o no, selección de escalas, digitaciones… En el segundo momento, en la “performance”, se apaga todo eso y se actúa por instinto.
Es un estado de trance donde no tengo idea de lo que está pasando, trato de estar lo menos pendiente posible y actuar desde una intuición o sensación; un momento artístico para sacar las cosas de dentro hacia afuera sin pasarlas por la aduana del entendimiento. Mientras menos participe de eso mejor sucede, evidentemente si hablamos de un buen día (risas).
Por otra parte, hay una gran diferencia entre los temas instrumentales y los temas con letras ya que la cuestión literaria los hace más explícitos y parece que predisponen al oyente y lo invitan o excluyen mientras que la música instrumental puede ser más abierta. De todas maneras, en mis letras intento ser poco explícito para que juegue un papel fundamental la interpretación del oyente.
Creo que la obra pertenece a quien la escucha e incluso no siento que sea autor de la música que hago más allá de que quizás cumplí un trabajo. Considero un error pensar que un tema es “mío”, más bien significa que yo lo encontré, al igual que si encuentro una piedra en el bosque no es una piedra mía, sólo me la encontré.
A veces, hay algo dentro del proceso de escritura en el que parece que uno está escribiendo la canción de otro en el sentido de que, aunque esté en primera persona, no se habla de uno mismo. Es como cuando un escritor arma un personaje.
El Indio Solari, alguien que me fascina, decía algo así como: “Una buena letra tiene que sembrar la ilusión de un enigma”. La idea es que sientas que hay algo para entender y, en el esfuerzo de decodificarlo, encuentres algo que es tuyo. Creo que es una cuestión abstracta que tiene el arte y que en la ilusión de encontrar un significado hay algo mucho más potente que en los mensajes que ya se nos dan digeridos. Cualquier significado puede ser apropiado, correcto y tuyo.

Pedro Bellora en su TEDX
¿Tienes previsto grabar material nuevo o es difícil compaginar esto con tu faceta de YouTuber?
Tengo la suerte de que en los vídeos que hago estoy logrando reunir a distintos Pedros: el músico, el escritor, el YouTuber, el editor, el iluminador… y consigo que todos convivan fabricando ese vídeo.
Muchas veces compongo o hago arreglos concretos para esos vídeos y me siento ahora más atraído hacia esa idea.
Si grabase un nuevo disco me ilusionaría hacer uno de colaboraciones con otros músicos, llevar composiciones a gente que admiro y poder ver la interpretación que ellos hacen de eso. Evidentemente esto tiene un alto coste de producción y, aunque me tienta, estoy más enfocado actualmente en que los videos que hago tengan una composición original y una perspectiva filosófica y educativa que también invite a tocar a quien está al otro lado.
No necesariamente uno tiene que pensar en que la obra es “el disco”. Yo considero que, en un buen día, un vídeo de Youtube puede llegar a ser una obra de arte en sí misma o al menos creo que implica una conjunción de formas artísticas que me interesan más que la idea de dedicarme exclusivamente a componer canciones.
Me fascina la iluminación, la fotografía, el audio, escribir los guiones… podría ser muy feliz también dedicándome a editar vídeos. Todos esos detalles me encantan, no digo que me salgan bien sólo que me atraen y me hacen feliz (risas). Trabajo muchas horas pero, cuando tengo que parar, paro, camino y trato de no construir prisiones ni meterme en líos.
Llevo una vida maravillosamente simple y tengo la suerte de compartirla con una magnífica compañera que es la persona que más admiro en este mundo. Ella me acompaña desde hace muchísimo tiempo y es una referencia fuerte para mí, estoy muy agradecido.
Soy un tipo, en medio del bosque, que tiene en su casa un estudio y dos cámaras; que termina un vídeo, lo sube a internet, puede llegar a cualquier lugar del mundo y luego se va con su perra a caminar… Esto me parece algo increíble, ¡no quisiera vivir en ningún otro momento de la historia de la humanidad!
Pues sí, confirmo que es increíble. Intuía que esta charla iba a ser muy inspiradora y, recordando la célebre frase de Thelonious Monk, puedo asegurar que “Pedro Bellora se parece mucho a Pedro Bellora”.
Ha sido un placer conocerte personalmente, ¡muchas gracias por tu tiempo!
Gracias a ti por el interés y por este espacio, Fer. Estamos en contacto para cualquier cosa que necesites, ¡te mando un gran abrazo!
Fer Gasbuckers.
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