Revista de Guitarras

Guillermo Berlanga

Guillermo Berlanga
Cómo surge tu afición a la guitarra y a los instrumentos de cuerda en general?
R: Viene de muy atrás. Mi abuelo, músico aficionado, tenía una guitarra clásica muy antigua, una Jaume Ribot, construida por un luthier de Barcelona del mismo nombre, hace ahora más de doscientos años. La primera vez que la ví me quedé absolutamente prendado. Fue un momento mágico, lo recuerdo perfectamente, a pesar de que aún era un niño. Poco después, mi abuelo me la regaló y, al poco tiempo, como si fuera parte del destino, la guitarra se rompió y tuve que ingeniármelas para arreglarla. Así fue como comenzó todo. Con ella empecé a estudiar guitarra clásica e hice frente a las primeras reparaciones, ya que necesitó de varias.

¿Cómo das el paso a la construcción de instrumentos?
R: El estudio de la guitarra clásica terminó aburriéndome, así que me pasé a la eléctrica. Después comencé a tocar slide y eso me llevó al pedal steel. Aquí comenzó un nuevo problema, ya que en España era muy difícil conseguir este instrumento, así que decidí fabricarlo yo mismo. Salió bien y, casi sin darme cuenta, me ví inmerso en la construcción de todo tipo de ‘artilugios’ musicales. Después ocurrió algo curioso. Me facilitaron el teléfono de un tipo de Gerona, que también tocaba el steel y, sin saberlo en principio, descubrí después que se trataba de un constructor de instrumentos, Rafa Bazaga. Decidí entonces tomarme el tiempo necesario para aprender a su lado y se convirtió en mi maestro. Le estoy muy agradecido porque me enseñó lo que sabía sin guardarse ningún secreto, algo menos frecuente en constructores de instrumentos clásicos. Para mí Rafa es el mejor constructor de guitarras de este país. A partir de ese momento me dediqué a estudiar todo aquello que me pudiera ser útil para la que se había convertido en mi gran pasión. Para perfeccionar mis conocimientos hice varios cursos de electrónica, de talla de maderas…

¿Cuáles fueron tus fuentes de aprendizaje?
R: Pues, además del ya mencionado Rafael Bazaga, he aprendido bastante de Carlos Rufo, constructor de guitarras y buen amigo. Pero en esta profesión estás continuamente aprendiendo y lo fundamental es mantener los ojos bien abiertos a todo aquello que te pueda aportar conocimientos. Yo, por ejemplo, en el día a día del taller, he aprendido bastante de los clientes que, aun no dedicándose a ello, a menudo te aportan nuevas ideas que después te resultan útiles.

¿En qué consistió tu primer encargo?
R: En retrastear un bajo.

¿Cuál es el trabajo más habitual en el día a día del taller?
R: Ajustes y reparaciones de todo tipo. En este momento, salvo que sea algo que realmente me motive, no suelo dedicarme a construir instrumentos.

¿Y qué es lo que te motiva?
R: Los nuevos retos. Me aburre que alguien llegue y me pida que le haga una stratocaster, por decir un modelo en concreto. Si alguien busca una guitarra concreta de una marca en particular yo, normalmente, aconsejo que se la compre, si tiene claro qué es lo que busca. Lo que verdaderamente me cautiva y a lo que no sé decir que no es a aquello que me hace investigar y que supone, de entrada, una dificultad. El guitarrista madrileño Jopi vino hace un tiempo al taller para pedirme que le hiciera un Lap steel y aquello me motivó, por ejemplo.

¿Cómo es tu forma de trabajo?
R: La verdad es que dedico la mayor parte del tiempo al servicio técnico de las marcas con las que trabaja Musicmanía, aunque sí que realizo trabajos particulares cuando tengo tiempo para entregarlos en un plazo razonable. Aunque, como decía antes, si alguien busca algo especial, casi seguro que termino aceptando: he hecho varios dobros, guitarras resonadoras, mandolinas… ese tipo de cosas me encantan.

¿Cuál ha sido el mayor reto al que te has enfrentado?
R: Hasta la fechas, los mayores retos me los he puesto yo mismo. En general, el músico suele ser bastante conservador y opta por lo tradicional y, en gran medida, es entendible. Los instrumentos antiguos tienen algo mágico y, por motivos que no sabría explicar científicamente, a menudo, suenan muy bien. Hace poco compré en EEUU un lap steel Fender de 1947, con cierto escepticismo. Pero fue sacarlo de la funda, comenzar a tocarlo y decir: Dios mío. Proyectan el sonido de otra manera. Supongo que será por los años que tiene la madera y por cómo ha vibrado durante todo ese tiempo. Es como si la madera hubiera aprendido a vibrar. La parte negativa de estos instrumentos antiguos es que, normalmente, son más incómodos de tocar que los fabricados actualmente con especificaciones modernas.