Revista de Guitarras

Toni Fayos

Toni Fayos
¿Cuál fue el detonante de tu afición por la guitarra?
R: Comencé a tocar la guitarra cuando tenía 17 años. Mi tío, guitarrista de un grupo durante las décadas de los sesenta y setenta, fue quien me transmitió la pasión por el instrumento. Recuerdo que en sus visitas a casa me contaba sus andanzas y yo le escuchaba sin pestañear. Después, me dejó su acústica EKO y comencé a aprender. Así comenzó todo.

Después das el paso a la luthería.
R: La curiosidad y el afán por conocer cómo funcionan las cosas me acompañó desde niño.
La guitarra de mi tío era casi intocable, por lo que pasaba horas intentando hacerla más cómoda. Con el tiempo llegó a mis manos la primera eléctrica y ocurrió algo parecido: dediqué más tiempo a mejorar su sonido que a practicar con ella. Comencé cambiándole una pastilla, después la cejilla, los trastes… Después de varios años haciendo experimentos, un amigo carpintero y yo nos embarcamos en la aventura de construir una guitarra para cada uno. Aquello me divertía y, sin darme cuenta, iba aprendiendo lo que sería mi futura profesión.

¿Cómo fue tu aprendizaje?
R: El proceso fue lento y costoso. Mi formación fue autodidacta, con todas las dificultades que ello conlleva. Internet, hoy en día, es una gran ventaja para todo, también para la luthería. En mis inicios tuve que recurrir a la compra de libros sobre la materia en Estados Unidos. No fue tarea fácil, ni siquiera dominaba el inglés, así que tuve que tirar de diccionario y amigos para ir traduciendo los textos y recabando la información que necesitaba. Siempre fui de la opinión de que antes de iniciar cualquier trabajo era importantísimo estar bien documentado.

¿Quiénes fueron tus maestros?
R: Realmente nunca tuve un maestro en el sentido estricto de la palabra. No encontré cerca a ningún luthier dispuesto a tener un aprendiz en su taller ni a enseñar su oficio. Por ello, lo que hice fue recabar información de diferentes fuentes, sobre todo de libros y personas relacionadas con el mundo de la madera y la guitarra. En el trabajo con la madera sí que conté con la ayuda de mi amigo Vicent Giner, con quien fabriqué mi primera guitarra, y su padre, que nos guió durante todo el proceso de fabricación. De él aprendí a ser pulcro y exigente en los detalles y acabados de la madera. Durante una tamporada también tuve la oportunidad de aprender de un constructor de guitarras clásicas que trabajaba cerca de mi pueblo, Fulgencio García, de guitarras Garcisar. Me acercaba algunos días a su taller, le echaba una mano y, de paso, aprendía algo más sobre el proceso de construcción y montaje de la guitarra.

¿Cuándo decides dar el paso a profesionalizar tu afición?
R: Realmente, no sabía si podría vivir de ello. Incluso, cuando comencé a dedicarme de una forma más seria al tema, no faltaba quien me aconsejaba dedicarme a un trabajo más ‘serio’. Lo cierto es que al principio tenía que compaginar la luthería con otros trabajos. Me dedicaba a ella, fundamentalmente, en mis ratos libres, en los que iba haciendo pruebas e investigando. Después, al cabo de un tiempo, decidí probar suerte y dedicar todo mi tiempo a la guitarra. Los inicios no fueron boyantes, pero poco a poco fueron creciendo los encargos y pronto me dí cuenta de que podía ganarme la vida como luthier.

¿En qué consistió tu primer trabajo?
R: Mi primer trabajo me lo encargó un guitarrista zurdo que no encontraba en el mercado un intrumento a su gusto. Consistió en realizar un cuerpo de BC Rich Mockingbird de caoba pintado en negro. En aquel momento no tenía ni fresadora, ni sierra, por lo que tenía que desplazarme hasta el taller de mi amigo, el carpintero, para realizar el trabajo. Recuerdo que los rebajes de los cantos del cuerpo los hice con una hoja de cutter. Aun así, el resultado fue bastante bueno.